domingo, 22 de abril de 2007

Poner nuestros pensamientos y acciones para la productividad

Los dominincanos debemos poner nuestros pensamientos y acciones para logar la productividad con la mejoría de nuestros familiares y conciudanos y de la humanidad en sentido general. Nuestra música, nuestro deporte, nuestros escritores y académicos deben propiciar una mejor convivencia entre los seres humanos. La aceptación de muchos de nuestros valores por el mundo nos dan un lugar privilegiado para incidir positivamente, donde quiera que estemos. Además recibimos anualmente cientos de miles de turistas que conocen nuestra tierra y nuestro calor humano y solidario.

La inversión de insumos o materias primas en un producto busca provocar una ganancia que esté por encima de lo invertido. Mientras con más inteligencia se actúe mayor puede ser la productividad. Una mente organizada logra con un esfuerzo organizado resultados productivos.
Los resultados productivos son los que benefician al individuo, a su familia y a la sociedad. Utilizar los recursos mentales de un individuo para dañarse a sí mismo, dañar a su familia o dañar a la sociedad no es productivo. Eso no da ganancias ni espirituales, ni afectivas, ni sociales, ni económicas. El esfuerzo mental empleado por un individuo debe ser productivo. Esto se logra cuando la mente se organiza productivamente, para el logro de los objetivos espirituales y materiales: individuales o sociales.

Quienes utilizan sus sentimientos desorganizados para el sufrimiento de los demás no son productivos. Los que acostumbran a decir “verdades” para que los otros sufran, sin ningún otro beneficio, deben revisar estos métodos mezquinos. Quienes lo primero que le llega a la mente no lo contienen, para herir a otros, deben mirarse a sí mismos como seres incapaces de hacer felices a otros. Quienes se acostumbran a esto se convierten en lanzadores de venenos que dañan a los seres queridos. Pero cuanta gente asume este comportamiento improductivo con sus hijos, con sus hermanos, con sus padres y con su pareja. Cuantas veces no se enrostran sentimientos de celos en las parejas, sin tomar el cuenta el sufrimiento de ella. Pero acusamos a la pareja de situaciones irreales solo sobre la base de un sentimiento mezquino y falso que retrata nuestra inseguridad y nuestros pensamientos infraniveles y bajos. Cuantas madres y padres, en la ancianidad, no sufren por las palabras incontroladas de sus hijos; los cuales a veces son tan insensibles que no perciben o no se dan cuenta del daño que le hacen a esos seres humanos que le trajeron al mundo. Con los hijos cuantas veces no se enrostra en ellos la propia inseguridad, cuantas veces no se rebaja al hijo o a la hija por un sentimiento incontrolado de envidia o por una hostilidad subyacente que por ignorancia explotamos. Son nuestros hijos e hijas, parte nuestra. Necesitan apoyo, consideración y que le ayudemos a que eduquen su mente, para que entiendan y comprendan sus sentimientos, pensamientos, percepciones y actitudes.


Convertir la mente en productiva significa que le saquemos el máximo de provecho. Que la convirtamos en una máquina de alegría y de motivaciones. Que despida fe y confianza. Que esté llena de optimismo. Que sea capaz de resolver problemas. Que sea capaz de amar. Que pueda saber lo que es la fe y enseñársela a otros. Que la mente productiva esté rodeada de esperanza para que tenga sentido la vida y para que le inyecte el deseo de vivir a todos los que le rodeen. Una mente productiva no es egoísta. Una mente productiva elimina los celos. Una mente productiva quema la envidia. Una mente productiva le echa la guerra a ira. Una mente productiva ama a los congéneres. Sabe que en el mundo le son dadas de manera gratuitas tantas cosas que lo menos que puede hacer es también dar. Nos dan el sol, el agua, el oxígeno y la vida.

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